Siempre es un placer presentar un nuevo libro, un hijo nuevo que sale al mundo. Pero es un placer mayor cuando el libro implica un cambio de rumbo, o por ser más preciso, una forma diferente de seguir por el mismo rumbo.
\»La República de las Nubes\» es mi primera novela en veinte años. Ya ha llovido. Y desde la primera idea, hace doce años, hasta ahora, he tenido que dedicar muchas horas a observar otras nubes, claras u oscuras, ligeras y pesadas, nubes de primavera o de tormenta, nubes de vida, para poder llegar a cristalizar esta obra.
Porque sí, esta novela habla de las nubes y del cielo, pero también de la tierra. Rememora lugares que existen y que han llenado mi vida en estos últimos doce años, pero también crea espacios mentales y emocionales nuevos, espacios que surgen de esta etapa de mi vida.
No podría haberla escrito sin una buena inspiradora y animadora, pero tampoco sin el concurso de varias personas por las que siento un profundo agradecimiento. Tampoco sin las nubes y sin la tierra.
Estoy orgulloso de este nuevo hijo, como de los anteriores. Pero no puedo evitar sentir que es especial, diferente, arriesgado, bello. Representa una continuación, pero también un comienzo.
Lo mejor está por llegar.