Una de las estrategias de manipulación mediática más comunes consiste en el manejo de las soluciones posibles. Lo primero que tenemos que pensar es que, para cualquier problema, hay multitud de soluciones. Esto es especialmente cierto en los problemas sociales, que precisamente por su complejidad, se pueden abordar desde muchas perspectivas.
Las soluciones, que tienen que ser aportadas por expertos (que para eso lo son), no son nunca absolutas. Cada una tiene sus pros y sus contras, cada una se puede combinar con otras (o no) y cada una se puede aplicar en distinto grado.
La manipulación comienza cuando el arco de soluciones posibles se reduce a su mínima expresión. Por ejemplo, si el poder quiere que la solución sea sólo sanitaria, se rodeará de asesores sanitarios, que además tendrán un sesgo determinado. Y dentro de la solución sanitaria, si la salud mental no importa, no se buscarán asesores entre psicólogos o psiquiatras.
Así se podrá decir: “no lo digo yo, lo dicen mis asesores”. En resumen: elige a tus asesores y ellos justificarán tus decisiones.
Una de las mayores trampas de esta “pandemia”, fue que casi todos los gobiernos proclamaron que tomaban las decisiones que les indicaban sus asesores. Si eso fuera cierto, ¿para qué necesitamos gobiernos? Que gobiernen los asesores. Pero como digo más arriba, es todo mentira. Los asesores se eligen para justificar unas medidas que ya están decididas de antemano.
La política bien entendida, si alguna vez ha existido, consiste en contar con todos los datos disponibles en cada momento y tomar decisiones a partir de prioridades. Pero para tener prioridades, primero hay que tener valores.
¿Es una prioridad cuidar a los mayores, o hay que dejar que mueran en las residencias golpeando puertas cerradas con llave? Y no es solo que esa persona abandonada pueda ser tu abuela o tu padre, es que un día, esa persona puedes ser tú, puedo ser yo.
Hablarle a la opinión pública de múltiples soluciones es algo complicado, porque requiere diálogo y reflexión común. Y eso es precisamente lo que no se desea: que la gente piense por sí misma, no vaya a ser que hagan lo que el poder no quiere.
Aquí es donde los satélites mediáticos entran en juego. Se trata de reducir todo el arco posible de soluciones a sólo dos. De manera que sólo haya opción A y opción B. El resto de las opciones, desde la C, en adelante, se esconden. La prensa, los tertulianos, sirven a esta tarea: reducir el campo de soluciones al mínimo, y presentarlas en términos simplistas de fácil consumo.
Cuando una solución se reduce a sólo dos posibilidades, estamos ante un falso dilema. Pero precisamente por su sencillez, el falso dilema se convierte en mercancía fácil de vender. Blanco o negro. No hay término medio.
Pero la cosa no acaba aquí. La estrategia requiere que a continuación se ataque a la opción B (la que el poder no quiere) con los argumentos más negativos que se encuentren. Se manipularán las cifras, se recurrirá al miedo, se inventarán noticias o se exagerarán las que hay. Todo con tal de que la opción B nos parezca el infierno.
Entonces llega el momento en el que el presidente de turno (da igual quién) comparece ante las pantallas con gesto compungido para decirnos: “sé que la opción A es durísima, no quiero tomarla, pero es que la opción B, es mucho peor, no tengo opción”. Susto o muerte.
De este modo se pastorea a la opinión pública hacia la solución que desde el primer momento se había diseñado. Y lo más interesante, es que esa opinión pública aún cree que se hace lo mejor que se puede hacer, e incluso quizá salga aplaudirse a los balcones.
Con el virus, el falso dilema se planteó entre seguir con nuestra vida exactamente igual que antes y morir en masa (opción B); o encerrarnos en casa, salvar la vida, y a continuación ser obedientes con todas las normas que nos impongan (opción A). Pero resulta que la opción A no ha evitado que muera demasiada gente, nos ha hundido moral y económicamente, y no ha hecho que el virus desaparezca, ni lo hará. Resulta que países donde no se obligó a nadie a encerrarse, o donde se aplicaron confinamientos menos estrictos, tienen mejores datos. Parece que este virus hace lo que le da la gana, pero sólo sigue las leyes de la naturaleza. Somos nosotros quienes nos apartamos de esas leyes.
Así que no, no íbamos a morir todos.
¿Dónde estaban las opciones para cuidar a los vulnerables y dejar vivir y trabajar a los demás? ¿Y las opciones para proteger la salud mental de la población? ¿Dónde las opciones amigables con los niños? ¿Dónde? Estaban a nuestro alrededor. ¿Por qué nunca se nos presentaron?
Esa es la pregunta que me hago desde hace un tiempo y aunque es imposible tener una respuesta definitiva, creo que voy conectando algunas piezas del rompecabezas.
Al menos, espero que estas líneas te hagan reflexionar sobre lo siguiente: en cualquier tema complejo, cuando alguien te da a elegir entre A y B, te está manipulando.
No lo dudes ni por un segundo.