Hace años, en un país, una junta militar sangrienta buscó el medio de distraer al pueblo de sus crímenes. Encontraron el modo perfecto: organizaron un mundial de fútbol y encima lo ganaron.
Pero como el fútbol no era anestesia suficiente pronto tuvieron que dar el paso siguiente: la guerra. Ésta la perdieron.
Tanto en el fútbol como en la guerra, las masas apoyaron con fervor al poder, al mismo poder que les quitaba la libertad y la vida.
Ojalá aprendiéramos, pero parece que nadie escarmienta en cabeza ajena. ¿O no?