La astrología es arte (y el arte quizá no sea otra cosa que una forma del buscar el Significado).
Por eso, porque las cosas nunca son porque sí, buscamos tercamente las conexiones (otro nombre para el Significado). Y son esas conexiones en el arte de aunar el tiempo, el símbolo y la conciencia, quienes nos acompañan en este viaje milenario.
Plutón es un recién llegado al conocimiento astrológico. Nació, como nace todo, de una idea perseguida por un visionario que sabía que \»tenía que estar ahí\». La idea de un hombre, Percival Lowell, que murió sin comprobar la realidad de su sueño (un hombre que soñaba con los canales de Marte con tanta fuerza que fue capaz de verlos en su telescopio).
Algunos sueños se hacen realidad y otros no. Los canales de Marte no existían, pero el planeta que Lowell buscó sí existe. En 1930, un astrónomo de su Observatorio hizo realidad la idea. Nos reveló a Plutón como un punto diminuto en medio de las estrellas.
Dicen que debemos el nombre de Plutón a un anagrama creado con las primeras letras de Percival Lowell, y que esa idea genial se le ocurrió a una niña de 11 años. Pero ya sabemos que Plutón es el nombre romano del griego Hades, el dios del mundo subterráneo, el dios de la muerte.
Existe una teoría (y yo la suscribo) que cuenta que los planetas se descubren sólo cuando la conciencia humana está preparada para asumir su simbolismo astral. Así, los años que siguieron a 1930 estuvieron marcados por el ascenso del totalitarismo en Europa. Por la Guerra Civil en España y por el inicio de la Segunda Guerra Mundial, también por la bomba atómica. Temas todos ellos que tienen que ver con el simbolismo plutoniano: el poder, la muerte y la regeneración.
Plutón es un planeta que no gusta (a menos que seas muy plutoniano/a), y sin embargo es uno de los grandes sanadores del horóscopo. Porque cuando Plutón se hace presente en tu vida, ésta no vuelve a ser igual.
Como un viejo chamán, Plutón sabe envolvernos en su danza hipnótica: nos hace bailar a su ritmo y nos obliga a abandonar lo que ya no sirve. Su efecto es tan duro como dura sea tu coraza. Si te resistes, te arranca la piel y la carne, te roba aquello que amas por encima de todo y puede herirte hasta el alma.
Pero si te entregas a la danza, tu cuerpo se vuelve liviano. Renaces.
Ayer, por primera vez, la humanidad hizo una visita fugaz a Plutón.
Así que ayer pude confirmar algo que muchos no creían, pero que yo siempre sospeché: el viejo chamán tiene corazón.
Aunque nunca imaginé que lo vería con tanta claridad.
(Imagen de Plutón: Sonda New Horizons NASA. 13 de julio, 2015)