El Sol es el arcano número 19 del Tarot, y por ese motivo sera para nosotros el protagonista del año número 19 de este siglo XXI.
Simbólicamente, el Sol representa la vida, puesto que no podríamos existir sin él. Su luz y su calor son esenciales para nuestra supervivencia, de manera que no es extraño que se le asocie a la felicidad (los alegres días del verano), o la salud. También es sinónimo de generosidad, puesto que como dice el refrán \»el sol sale para todos\». No distingue al rico del pobre, ni es timorato a la hora de repartir sus bendiciones. Nada hay más agradable que una tarde soleada en pleno invierno, aunque sus rayos sean débiles, puesto que con el Sol, parece que siempre vive la ilusión de algo mejor.
En astrología decimos que el Sol es uno de los dos luminares, junto a la Luna, aunque como es sabido, de los dos, él es el único que realmente emite luz. Indica así el camino hacia la conciencia individual, y lo hace por dos vías. La más burda es la del \»yo\» por todos conocido, una conciencia que es necesaria para que el ser no desaparezca en la niebla de lo no-diferenciado. Si no sé quién soy, puedo ser cualquier cosa, carezco de identidad. Por esa el ego es necesario, y no es algo que deba ser extirpado, como algunas personas creen por error.
Pero ese \»yo\» está sujeto a un plan mayor. La segunda vía solar es la del yo interior, que se conoce también como \»yo superior\» o \»sí mismo\» en términos de Jung. Así que el Sol nos puede conducir también a una versión mejorada de nosotros mismos. Por eso su símbolo astral contiene dos círculos concéntricos. El círculo externo del ego, y el círculo interno del yo superior. Aunque conocer ese yo superior, sea un camino largo.
Esta es una de las cartas astronómicas del Tarot, en concreto la tercera, después de la Estrella (17) y la Luna (18). Pero no es la última, puesto que el naipe del Mundo (21), tiene su origen también en la Astronomía. Realmente, podemos rastrear el origen de estas cartas en conjuntos muy antiguos, como el Tarocchi de Mategna. Este mazo, antepasado del Tarot, y creado alrededor del año 1470, contiene varios grupos de cartas que pretenden mostrar diversos aspectos de la cosmovisión de la época. Dentro de estas cartas, podemos encontrar las diez cartas astronómicas que contienen, entre otros, los siete planetas tradicionales, incluyendo al Sol.
Otros mazos antiguos muestran al Sol en diversas formas: sobre un ciudad amurallada, sostenido en el cielo por un infante, sobre las figuras de Adán y Eva, o iluminando a una virgen que sujeta una rueca de hilar. Así que no parece que haya un tema concreto que podamos rastrear en todos estos símbolos. Simplemente, el Sol ilumina.
La forma en que se muestra este Arcano en el Tarot de Marsella no es muy diferente de las versiones antiguas del mismo. Bajo un gran sol que emite rayos en todas direcciones, dos niños parecen jugar en un patio. La versión moderna de Camoin-Jodorowsky nos presenta a uno de los niños con una cola animalesca, lo que da a entender la doble naturaleza humana y animal de todos nosotros. Pero la realidad es que en versiones más antiguas no aparece ningún rastro de este apéndice.
La versión del Rider-Waite es simple en apariencia. Un niño o niña se presenta ante nosotros a lomos de un caballo blanco. La expresión de su rostro muestra la alegría y la confianza que uno espera ver en este arcano. Esta impresión viene refrendada por la desnudez del personaje. En su mano porta un estandarte de color rojo, que simboliza el triunfo de la vida (el estandarte de la Muerte es negro), puesto que es bañados en el rojo de la sangre como llegamos a este mundo. No en vano, en antiguos rituales prehistóricos, se teñía de rojo a los fallecidos como una forma de manifestar el deseo de su renacimiento en un nuevo cuerpo.
La criatura lleva en su cabeza una corona de girasoles, las mismas flores que vemos tras la tapia que está a su espalda. En lo alto de su cabeza, una pluma roja, que inmediatamente nos recuerda al tocado del Loco. ¿Es este niño el Loco en su edad infantil? Yo creo que sí. Pero es un Loco que sabe dominar al caballo, la fuerza animal que sin embargo parece tranquila sin necesidad de que nadie lleve las riendas. Bajo el Sol celeste, la carta parece querer decirnos que no hay nada que controlar, que todo puede fluir, y que sólo con la inocencia de un niño, se puede entrar en el Reino de los Cielos.
Para más información acerca del Sol, te recomiendo la escucha de estos dos audios: