Cumpleaños

Nací en un pueblo (antes pequeño, ahora grande), que está al norte de una isla (que sigue siendo pequeña), en medio de un océano (este sí, inmenso).

Nací en medio de la nada, que en realidad es como nacemos todos, agua adentro o tierra adentro, da igual: en medio de la nada.

Y contra todo pronóstico, la vida me llevó muy lejos y muy cerca de donde nací. En un ir y venir desde la isla hacia el mundo, y vuelta a la isla. Una y otra vez.

Todos los caminos son espirales, o deberían serlo. Partimos del centro y nos expandimos, siempre alrededor de ese centro. Vamos hacia el otro, que es una forma admirable y compleja de ir hacia uno mismo. Por cien caminos diversos vas encontrando tu camino. Y si no lo encuentras, dejas que te guíen. Confías.

Yo confío.

Son ya unas cuantas vueltas del Sol en torno a las estrellas. Lo veo cada día, lo saludo (hoy con más motivo). Ese sol que a veces tapas con un dedo, sabiendo que eres muy pequeño y él muy grande, pero sabiendo también que el universo entero gira dentro de ti. Y cada vuelta del sol, que no se mueve en círculos ni en arcos parabólicos, sino en espiral; cada vuelta del sol es un paso más hacia el Amor, hacia la comprensión. Así cada año, uno detrás de otro.

Sales de una isla, origen improbable de un alma errante como la mía, y sigues al sol. Sigues el camino entre los cien caminos: el camino del corazón, el verdadero. Ahí eres uno con el Sol, y amas como el sol, aprendes a amar como él. Derramándote sin medida sobre el mundo.

Me disuelvo en lo que amo. Un día seré nada, ni polvo siquiera. Pero mi alma continuará el viaje, desnuda, libre. ¿Me acompañarás también entonces?