Hay un hermoso cuento de Khalil Gibrán que habla de un hombre que camina por una vasta llanura llena de restos. Encontrándose con un lugareño, le pregunta por la historia local y éste le relata que allí se desarrolló una gran batalla en tiempos remotos. Un segundo hombre rechaza esa historia y habla de una antigua ciudad abandonada y derruida. Al fin, un tercero, niega ambas versiones y refiere que allí existió un gran monasterio arrasado por el tiempo.
Encontrándose a un anciano, el viajero le cuenta las tres historias y pregunta cuál es la verdadera. El anciano le responde que las tres son reales, pero que se refieren a épocas diferentes. Todo el mundo habla de la parte de la historia que conoce, pero nadie sabe unirlas todas.
Todo esto viene porque andaba recordando aquellos pasatiempos de la infancia en los que te ponían una serie de puntos numerados y te decían: \»una los puntos con una línea y verá un elefante\». Hoy en día nos dan los puntos (que no son otra cosa que retazos de información), miles de puntos. Pero nadie los numera, nadie los ordena. No interesa.
La televisión, la prensa, el cine, internet, las personas que nos rodean, las cosas que nos pasan, todas son puntos. Si uniéramos los puntos veríamos el elefante oculto, pero ya no hacemos el esfuerzo. Por eso la realidad se nos escapa y nos pasamos la vida viendo reflejos. Pensamos que sabemos, pero nuestro conocimiento es anecdótico, superficial.
Ahora bien, ¿por qué no probar a unir unos pocos puntos? Incluso a riesgo de equivocarnos, ¿por qué no intentar ver la realidad debajo de la realidad?
En todos los tiempos, en todas las tradiciones, eso se llama \»despertar\».