Recientemente alguien me comentaba su sensación de haber perdido el norte de su vida, en otras palabras, la percepción de no saber hacia dónde ir, qué hacer o cómo cambiar un curso biográfico que parece haberse desbordado. Como este es un tema repetido y como a fin de cuentas, es un territorio muy amplio, me permitiré desarrollarlo en varias entradas, no necesariamente correlativas.
En primer lugar, considero que no existe ninguna existencia humana que se desarrolle siempre en línea recta. Nadie está siempre bien, centrado y motivado. Pero también creo que hay unas ciertas referencias que uno debe encontrar, cultivar y ampliar a lo largo de la existencia. Existen libros, películas, creadores, técnicas, personas cercanas o lugares que tienen la virtud de devolvernos a nuestro camino cada vez que nos desviamos de él.
Esas referencias son imprescindibles para todos, y creo que nadie, con un mínimo de conciencia puede negarlo. Pero qué poco tiempo les dedicamos. Con qué facilidad dejamos el libro en la estantería en vez de tenerlo en la mesilla de noche para releerlo de vez en cuando. Cuánto nos cuesta ir a ese lugar que tiene la virtud de recargar nuestras baterías. Y qué poco hacemos para mantener el contacto con aquellos que siempre están ahí.
Nadie puede estar indefinidamente en el río sin que le arrastre la corriente. Hay que nadar siempre, no dormirse muy profundamente, no dejarse arrastrar demasiado lejos. Y eso no se enseña en ninguna parte, no es una habilidad que haya que conquistar. Es algo que hay que incorporar a la rutina cotidiana.