2018 El año de La Luna

La Luna, el arcano número 18 del Tarot nos puede servir como referencia para este año 18 del siglo XXI. La Luna es una carta muy interesante y compleja, puesto que expresa un conjunto de símbolos que conecta con diversos aspectos de la realidad.

La Luna, como arcano, está presente en los primeros Tarots, como el Visconti-Sforza, creada posiblemente a comienzos del siglo XV. En el Minchiate, una baraja similar al Tarot que data de la misma fecha, aproximadamente, podemos verla como parte de las cuarenta cartas que componen sus arcanos mayores. Pero estas representaciones primitivas, contienen poca información acerca del significado pleno de la Luna.

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Tendremos que esperar al Tarot de Marsella para comenzar a ver el símbolo lunar dotado de toda su complejidad. Aquí se nos presenta un escenario con varios espacios, varios niveles de conciencia. En la parte inferior tenemos una zona cubierta con agua, un estanque o un lago y sobre ella flota un ser que interpretamos como un cangrejo. Este ser es la representación clara del signo de Cáncer, al cual está asociado este naipe.

El cangrejo flota sobre el agua, que es el inconsciente, y no tenemos ningún motivo para pensar que se va a mover de ahí. La zona inferior de ese territorio emocional es agreste, asociada al inconsciente colectivo, mientras que la superior está delimitada, porque ahí comienza la conciencia. A partir de esa zona superior del estanque, comienza el “yo” estructurado.

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En cambio, si miramos un Tarot posterior, el Rider-Waite, vemos cómo el cangrejo comienza a salir de su territorio natural y quiere internarse en la tierra. El simbolismo lunar tiene algo de esto. La Luna es la matriz en la que algo puede crecer, protegido, antes de salir al mundo físico. Puede ser una persona, puede ser una idea o un proyecto. Todo precisa de ese tiempo de maduración, en la que el proyecto nada en las aguas de la emoción, en contacto con los sueños, nutrido por la madre esencial. Es un tiempo de protección antes de su realización.

Pero nuestro cangrejo ya ha decidido que puede dar sus primeros pasos en el mundo visible, en el mundo del “yo”. Ahí se encuentra la primera prueba: el camino que conduce a las montañas (el Despertar), está flanqueado por el perro y el lobo. Lo familiar y lo salvaje: la parte que en la que buscamos ser aceptados y queridos; y la parte que surge de lo profundo y nos conecta con la naturaleza esencial. Es una puerta que todos debemos traspasar. ¿Quieres ser perro o lobo? ¿Quieres que te amen, ser parte de la familia, ser parte de tu cultura, nacer una vez? ¿O prefieres ser libre, prefieres un camino que a veces es solitario, nacer dos veces? ¿Y por qué elegir? ¿Por qué no se puede ser un poco de ambos lados?

Desde la conciencia del “yo”, podemos seguir hacia la supraconsciencia. Eso no implica renunciar al mundo, sino vivir en él con los ojos plenamente abiertos.

Más allá del perro y el lobo (en el tarot marsellés son apenas dos perros), la carta del Rider-Waite nos presenta dos torres, que bien pueden ser los confines de una ciudad. Esto tiene sentido, porque lo que se observa más allá son las montañas, el lugar del conocimiento hacia el que nos lleva el camino tortuoso del aprendizaje vital. Es decir, que estamos entre el espacio urbano, que es lo ordenado, lo seguro, lo conocido, y el mundo que está más allá, inseguro, peligroso.

A veces hay que huir de la ciudad en busca de las montañas.

La Luna brilla porque refleja la luz solar. Es engañosa hasta cierto punto, es variable como lo son las emociones humanas. Pero más allá de ser un buen espejo, la Luna tiene entidad propia. ¿Somos capaces de ver las cosas como son, o nos conformamos con el reflejo engañoso que nos quieren proyectar sobre ellas? ¿Nos dejaremos llevar por un mundo cada vez más emocional (en el peor sentido de la palabra), más irracional e histérico, un mundo donde las turbas deciden a través de las redes sociales? ¿O aprenderemos a usar mejor las emociones, a pensar antes de ladrar, a sentir mejor, a tener más amor y menos nieblas mentales?

La Luna es una de las cartas que con más claridad hablan de un camino evolutivo, de darnos cuenta, de descubrir que el camino no es lineal, que tiene puertas y pruebas, y que ni siquiera el final de la ruta es un auténtico final. Porque si subes a las montañas para alcanzar la Luna, sólo descubres que la Luna sigue siendo tan inalcanzable como al principio. Lo que cuenta entonces no es la meta, porque no vas a llegar a ella; lo que cuenta es el camino: lo que aprendes, la manera en que te fortalece, y las magníficas vistas desde lo alto.

Nunca antes la humanidad ha estado tan arriba, y sin embargo, nunca antes hemos corrido tantos riesgos.

Lo malo es que no estamos eligiendo bien. Lo bueno es que podemos elegir mejor.

La Luna en Un Viaje por el mundo del Tarot, audio de Octavio Déniz:

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