En cada uno de nosotros existe una entidad que establece categorías, que clasifica, que traza líneas de separación, que juzga: es la mente, que como un mono borracho, corre detrás de cada idea, de cada estímulo, perdida en sí misma. Existe también un corazón loco que sufre y se acelera, capaz de odiar o de enamorarse ciegamente, de encerrarse también en el dolor o en la ira. Hay quien se vuelve adicto a una mente así, a un corazón así.
Pero hay también una mente silenciosa, que nos ayuda a entender, que ilumina y crea conciencia. Hay también un corazón sólido, que conecta y da calor, que es maestro en el Amor.
Hay una mente que es pregunta y un corazón que es respuesta.
Cuando la conciencia y el amor se unen, el alma despierta, cobra vida.
Y cuando hay alma, te adentras en la única vida que merece la pena vivir, en la tuya, la que estaba destinada para ti. Esa vida, arriesgada y real, que cuando la saboreas, aunque sólo sea por un segundo, no cambiarías por nada.