(En estos tiempos uranianos, me permito hablar de ella, sabiendo que ya la he pasado.)
La crisis de los 42 es un proceso que todos vivimos en algún momento entre los 41 y los 43 años de edad. Para saber qué es y cómo se manifiesta, tenemos que caminar un rato con nuestro amigo Urano, pero también tendremos que sentarnos a conversar con el viejo Saturno.
Urano tiene buena prensa entre los astrólogos, porque no en vano es nuestro patrono planetario. Urano es como la astrología y como algunos de los que nos dedicamos a ella: fresco, racional, le gusta lo nuevo, es desapegado y turbulento. Urano está ahora muy activo y le vemos removiendo las conciencias en las revueltas desde la Primavera Árabe, pasando por el 15-M y llegando a la crisis de Ucrania. Gente que sale a la calle y pide algo nuevo.
Pero ¿acaso ha cambiado algo? Los que participan del espíritu uraniano que nos impregna dirán que sí, que en las conciencias están cambiando, que estamos hiperconectados y movilizados. Pero yo lo dudo. Se apagan las hogueras y queda sólo el humo.
Urano está conectado con Saturno, como el hijo rebelde lo está al padre severo. Saturno rige el tiempo y los límites, las estructuras. Saturno y Urano se necesitan, porque donde el segundo rompe lo que el primero mantiene. El hijo y el padre se necesitan mutuamente (aunque en la mitología, Urano sea el padre y Saturno el hijo).
Vuelvo a la crisis de los 42 y su relación con Urano. A esa edad, aproximadamente, Urano se sitúa en el lugar opuesto al que se encontraba en el momento de nuestro nacimiento, dentro de su lento ciclo de 84 años. ¿Y qué sucede entonces? Crisis y revolución.
Cuando somos jóvenes, sentimos el mundo como un lugar lleno de posibilidades, y si tenemos suerte y un ambiente propicio, exploramos muchas de ellas. El joven puede soñar con que aprenderá a tocar el piano y viajará por el mundo con una mochila, con que estudiará tres carreras, aprenderá cuatro idiomas y será deportista. Sueña con una pareja o con una vida sin compromisos, o con ambas cosas a la vez. Algunos de esos sueños se cumplirán y otros no.
El tiempo es inexorable y a medida que pasa, algunas oportunidades se van cerrando ante nosotros. Llegan las responsabilidades, los compromisos. Llegan los hijos y los padres envejecen. Llega el trabajo, las facturas y los impuestos que hay que pagar.
Y de repente, cuando Urano se aproxima a ese lugar mágico de la oposición a su lugar natal, entre los 41 y los 43 años de edad, algo se mueve dentro de nosotros. ¿Qué pasa con todo aquello que quería vivir y no he vivido? ¿Dónde está la energía que tenía cuando tenía diecisiete o veinticinco? Nos queman los pies por tomar una mochila y salir a recorrer ese mundo, real o metafórico, que no conocimos.
Estamos en la mitad de la vida.
Ante esta crisis hay dos posturas posibles. La primera es la de la inconsciencia. Uno actúa como si no pasara nada, pero pasa. Así que nos lanzamos a intentar recuperar el tiempo perdido, o a quedarnos en un estado de perpetua juventud. Pero el tiempo, que es Saturno, transcurre hacia delante y no retrocede.
Y cuando pasa un poco más y hemos dejado atrás la crisis de los 42 sin integrarla, llegamos a ese momento peligroso de la vida en el que las mujeres empiezan a recurrir a la cirugía estética y los hombres se compran una moto o se buscan una novia más joven.
Hay una segunda opción que implica un duro reconocimiento: ya no tengo veinte años y nunca los volveré a tener. Hay puertas que se cerraron hace muchos años y ya no se abrirán. No puedo dejar mis responsabilidades porque de ellas dependen mi vida y quizá la vida de otros. No puedo amar ligeramente, sin consciencia, porque ya no soy ligero ni inocente.
La vida entra en lo que Jung denominaba la \»vía seca\», que es la de la conciencia. Estamos en la cima de la montaña después de muchos años de escalada. El paisaje es maravilloso desde ahí arriba. Tenemos aún fuerza y ya empezamos a tener un poco de sabiduría.
Pero a partir de ahora el camino comienza, suavemente, a descender.
Al principio no lo notas. Crees, gracias a Urano, que puedes volver atrás, que puedes vivir lo que no has vivido. Pero Saturno nos recuerda que ya no es así. Que la vida tiene otro sabor. Es un sabor más intenso, más profundo, el sabor de la comida que se cocina despacio. Sientes lo que vale la entrega y el compromiso. Hacer lo difícil si es necesario. Sientes que no puedes desperdiciar el tiempo ni las energías.
Empiezas a ver la vida con otros ojos, y la vida te devuelve esa mirada en los ojos de las personas que merecen la pena, en las situaciones que están ahí para enseñarte y para ayudarte.
No es fácil. Pero es la vida real.
Imagen: \»La mutilación de Urano por parte de Saturno\» de Giorgio Vasari