No se puede culpar a ciertos libros/cursos de esto. Realmente hay perlas de sabiduría en todas partes y somos nosotros los que tenemos que discernir lo apropiado de lo que no nos vale (en este momento), somos nosotros los que deberíamos tener la humildad de reconocer que ciertos conocimientos poco valen si sólo se quedan en teorías que pronto serán olvidadas por nuevas teorías.
Pero no deja de ser interesante esa tendencia a dejarlo todo en los dominios del intelecto, a creer que se pueden torcer ciertas ideas para que se adapten a esos sentimientos que no queremos reconocer del todo.
Cuando el dolor y el éxtasis no se han sentido conscientemente en las tripas, cuando no se ha viajado con luz al centro de la herida (niño abandonado o abusado o sobreprotegido o carente), cuando no se ha mirado al propio corazón con plena honestidad, cuando no se han desnudado las palabras (amor, dios, culpabilidad) hasta su raíz esencial, cuando no se han roto los tabúes, no podemos creer que hemos abandonado las falsas ilusiones.
Me asalta ahora un breve recuerdo (de otra vida dentro de esta vida), con el cuerpo dolorido y el alma despedazada, tumbado sobre la hierba fresca , en un descanso de un retiro de una semana, después de haber visitado mis infiernos sentí cómo se abría un hueco en la tierra para mí y llegué a encontrar confortable mi propia sepultura. ¿Era acaso otra muerte simbólica (otra más) o era la auténtica?
Ahora sé que no lo era, pero aquel momento era tan real, que me permití dudarlo. Y al levantarme, feliz, sacudiéndome la tierra metafórica, me di cuenta de que por primera vez comenzaba a sentir lo que ahora sé: la vida es maravillosa, pero hay que ganarse el derecho a sentirla así.