Ocurre cuando estás escribiendo, que no te quedan ganas de escribir otras cosas. Y son demasiadas horas las que escribo estos días. Pero haré un paréntesis.
Una vez, un amigo me comentó que un buen día se decidió a escribir un libro. Juntó todas sus ideas y las puso sobre el papel.
Rellenó tres folios.
Así que le dije: \»perfecto, multiplica eso por cien y tienes un libro\». Porque al final se trata de rellenar una página y luego otra y otra. No hay más mérito que el ser constante, testarudo, disciplinado. Cualquier idea se puede escribir en medio folio, en tres folios, o en trescientos.
He conocido gente despierta, con buenas ideas, con experiencias que contar, pero que nunca produjeron nada de peso y, a lo que se ve, nunca lo harán. Personas que podían hablar en público con cierta capacidad de convicción, pero con escasa capacidad para concretar, para esquematizar, para construir un discurso coherente por escrito. Mentes brillantes pero poco estructuradas. Bellos relámpagos de inspiración, que aparecen y desaparecen en un instante. Y de los cuales no queda nada.
Una cosa buena tiene escribir, escribir en serio: aporta coherencia a tu mente. Y la mente no es lo más importante en el ser humano, ni mucho menos. Pero nos han dado una, y es valiosa.
Merece la pena cuidarla.