Cierto día, Buda y sus discípulos llegaron junto a un estanque.
Ese día, Buda guardó silencio. Tomó una flor de loto entre sus dedos y la mostró sonriente a su auditorio.
Todos los monjes se esforzaron por explicar el significado del loto.
Pero de entre todos sus discípulos, sólo hubo uno que secundó el silencio del Buda.
Miró la flor, miró al Buda, y comenzó a reir a carcajadas.
Entonces, el Buda rompió su silencio para decir:
\»Todo lo que se puede decir, ya os lo he dicho. Lo que no se puede decir, se lo he entregado a éste.\»
Dicen que este fue el mejor sermón del Buda. Dicen que fue su mejor discípulo.