Un hombre tuvo el siguiente sueño:
Sobre una gran explanada, dos dragones luchaban furiosamente. Uno era blanco y el otro negro, pero ambos eran iguales en potencia y ferocidad. Cada uno escupía fuego sobre el otro e intentaba atraparle entre sus garras. En el fragor de la batalla, nubes de polvo y rayos de fuego se elevaban entre ambos.
Temeroso de que los dragones se enfrentaran a él, el hombre comenzó a arrojarles trozos de comida que ellos devoraban al vuelo, para volver de inmediato a su pelea.
La tierra entera temblaba a cada embestida y el hombre comenzó a entender que mientras alimentara a los dragones, la lucha continuaría sin descanso. Resignado a morir, dejó de alimentarles. Pero ellos, enzarzados como estaban, le ignoraron. Poco a poco, y faltos de fuerza, ambos declinaron en su ímpetu, y en un momento determinado, se desplomaron levantando una gran nube de polvo.
Cuando la nube se disipó, el hombre observó atónito que los dragones se habían transformado en dos bebés gemelos, uno blanco y otro negro, que dormían abrazos.
Al despertar, pensó: \»la próxima vez cenaré algo más ligero\».
(Imagen de Brian Vigue)