Nada desaparece.
Todo lo que existe, algún día muere y se transforma en otra cosa: las cenizas se hacen carne de nuevo, pelo, sonrisas. El aire que respiramos se transforma a través de un millón de pulmones, en las hojas de las plantas, es agua en el oscuro vientre de las nubes, es gota que cae y crea nueva vida, nuevas plantas. La sangre que se derrama hoy será en mil años semen, óvulo fecundado, un nuevo ser.
Así que si todo es transformación, ¿por qué aferrarnos a una forma, a un nombre, a un objeto, a otro ser? Soltando, todo vuelve, nada se pierde. Lo que hoy entregamos nos será devuelto, en esta vida, y en todas las vidas.