No, no tengo fiebre ni ninguno de esos síntomas que ahora asocian a la peste contemporánea, al último jinete del apocalipsis. No me resisto a entrar en una cuarentena médica.
Quizá se me entienda mejor si digo que me resisto a abandonar la treintena. A fin de cuentas, me queda todavía un año para seguir poniendo un tres por delante del número de mis primaveras. Y durante este año que hoy comienza prometo sentirme tercamente treintañero hasta el último segundo.
Aunque no celebre los cumples como antes, no dejaré hoy de hacerme algunos propósitos para el nuevo año y, cómo no, de alegrarme un poco: porque cada día es un regalo y cada año es mejor que el anterior. ¡Qué suerte estar vivo! Vivo para contarlo.