Antigüedad (2)

“Juntos recogeremos las manzanas doradas del Sol, las manzanas plateadas de la Luna” – W. B Yeats

Una tarde viajaste, te atreviste, siguiendo una visión, un latir sagrado del corazón, hasta la entraña de la Gran Madre. Admiro tu valor para mirar, para mirarte, para ver el baile del sol, la bendición del ciprés, la danza de las energías. Admiro tu vuelo confiado, ave blanca, atrevida, entre las estrellas.

Lentamente, en el calor que nace del pecho y revive el vientre te reconocerás, a los pies de la Señora, en el lugar correcto. Allí serás tú fuera de los tiempos y dentro del Tiempo. Allí sentirás de ti lo esencial, que está vacío y a la vez repleto, que no es de nadie, y está en todo. Allí, en el abrazo del sol, crece la semilla de la tierra, respirando al compás.

(Intento escribir algo razonable, un relato de hechos, pero no puedo. Me gana este otro idioma que ya empiezas a comprender.)

Ante la fuente bautismal nos encogemos para que nuestra alma se vuelva infinita. Hemos sido fuego, y aire, y tierra. Llegamos por fin a la disolución y a la fusión: deshaciendo la piedra oculta del corazón con el agua gozosa del amor.

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