Un hombre llegó a la cabaña de un sabio y le explicó que su corazón estaba lleno de ira y de dolor. El sabio le indicó:
– Sal fuera, piensa en todas los sucesos negativos que has experimentado en tu vida y grita a Dios que le odias.
El hombre hizo lo que se le indicó, y al cabo de un rato volvió. El sabio volvió a hablar:
– Ahora vuelve a salir, piensa en todas las cosas buenas que has vivido y grita a Dios que le amas.
Así hizo el hombre, y al volver exclamó:
– Cuando salí anteriormente, sentí primero odio hacia Dios, y luego miedo, porque pensé que Él me castigaría lanzando un rayo sobre mi cabeza. Mas no pasó nada. En cambio –prosiguió-, cuando salí por segunda vez, sentí primero amor hacia Dios, y luego extrañeza, porque pensé que Dios me recompensaría con un arco iris sobre las montañas. Y tampoco sucedió nada. Me siento confundido y decepcionado.
– Exacto –respondió el sabio-. A Dios no le importa lo que piensas de Él. Pero en cambio, parece que a ti si te importa lo que Él piense de ti.