Abrazos

No le resultó fácil sobreponerse a semejante sobredosis de cariño, de reconocimiento. Pero el hijo del herrero, escéptico y precavido, más apegado a la tierra de lo que solía, se dejó caer lo justo en brazos de la autocomplacencia. Recordó a los que perdieron el rumbo antes que él y pensó, como siempre, que nunca se llega del todo a ninguna parte y que lo mejor está aún por llegar.

Uno vale tanto como la gente que le rodea. La que permites florecer a tu lado.

Y que nos quiten lo bailao, ¿verdad Cosita?