El alma está situada en el horizonte, esto es, en la zona divisoria entre lo eterno y lo temporal, porque su naturaleza está a mitad de camino entre las dos. Estando en el medio, su naturaleza no sólo está dotada de poder racional y acción, que conduce a lo eterno, sino que también posee energías y actividades que descienden a lo temporal. (…)
Platón situó la parte superior del alma bajo la autoridad de Saturno, esto es, en el reino de la mente y la divina providencia, y la inferior bajo Júpiter, en el reino de la vida y el destino. Debido a ello, el alma parece tener un doble aspecto, uno de oro y otro de plata. El primero mira hacia lo saturnino, mientras que el segundo lo hace hacia lo jupiterino.
Es mejor amar las cosas eternas que entenderlas, porque es difícil entenderlas correctamente, pero no hay manera de amarlas erróneamente. Nunca se pueden amar en exceso, de hecho, [las cosas eternas] no pueden ser suficientemente amadas a menos que sean amadas apasionadamente. Pero es mejor entender las cosas terrenales que desearlas. Normalmente se las puede entender bien, pero se las ama con bajeza. Un juez incorpora dentro de sí la forma de aquello que es juzgado, mientras que el amante se transporta a sí mismo hacia la forma de lo amado. Es mejor elevar las cosas inferiores hacia nosotros, entendiéndolas, que rebajarnos amándolas. Es mejor elevarnos hacia las cosas superiores a través del amor que rebajarlas a nuestro nivel a través del entendimiento.
Marsilio Ficino, carta a Jacopo Bracciolini