A veces, por estas cosas de la vida (vida que eliges y que a su vez te elige), te toca estar en sitios donde sientes que la existencia ha sido dura durante demasiado tiempo.
Sientes la aridez de la experiencia, generación tras generación, en la fábrica o en la mina. Pegados en las paredes, adheridos en las aceras, el esfuerzo, el sufrimiento y el frío. Los inviernos que no se acaban, las primaveras que no llegan. Los cuerpos endurecidos, entumecidos.
Pero en el fondo, detrás de toda coraza, el corazón siempre es blando, siempre está cliente. Siempre hay cuerpos deseando despertar a la tierra, almas que buscan volar de nuevo.
Esa es tu recompensa. Verlo y vivirlo.
Gracias a todos en Miranda de Ebro, Vitoria, Ponferrada y Bembibre.