Cómplices de lo horrible y lo banal

Creo que una de las mejores decisiones de mi vida es no tener televisión, y cuando tengo alguna cerca, verla de perfil y con cierto espíritu crítico.

Pero hay momentos en que ni siquiera el carecer de televisión te protege de ciertas imágenes que se cuelan a través de internet o de la prensa, en cualquier esquina real o virtual.

Sinceramente, me pregunto qué interés tienen ciertas imágenes que he visto en estos días, qué aportan. Ver a un delincuente arrojando a un policía a las vías del metro de Madrid, y cómo éste es arrollado por el convoy. Ver cómo un terrorista dispara y remata en el suelo a otro policía en París. Ver a una de las víctimas del último accidente áreo, flotando como un cádaver semidesnudo en el mar. Todas esas imágenes, ¿aportan alguna información? ¿Son necesarias para que el relato de los hechos sea más comprensible, o no son otra cosa más que morbo, mercancia?

Imágenes que se cuelan impunemente en el horario infantil. Imágenes que se entretejen con lo banal: ruedas de la fortuna, anuncios de perfume o divorcios de famosos. Imágenes que nadie parece rechazar.

¿Cuántas de esas imágenes vieron a lo largo de su vida los terroristas de París, educados en la misma realidad que nosotros? Y aún así, algunos se sorprenden de que existan personas que consideren la vida humana como algo sin valor.

Pero hay una pregunta, por encima de todas, que no dejo de formularme: cuando se decide emitir esas imágenes ¿alguien piensa en los familiares de esas víctimas? ¿Algún editor de noticias emitiría el asesinato a sangre fría de su hermano?

Apagar la televisión no nos libra de ciertos impactos, pero al menos nos hace menos cómplices. Y eso, hoy en día, ya es mucho.